viernes, 10 de junio de 2016



Los cuentos son cosas de niños
Contarlo todo, con moderación
Cuando nació mi primera hija renacieron con ella los cuentos de mi infancia y el placer de contarlos. Los cuentos que me contaron mi madre y mi abuela no es que estuvieran olvidados, ni siquiera estaban demasiado lejos. Únicamente se instaló en mi un prejucio, que por lo que constato es más frecuente de lo que desearía en casi todos los estratos sociales de la adultez, que asegura:

“los cuentos son cosas de niños”.
Queriendo hacer ver que los cuentos son nimios, prescindibles, tontos, inmaduros…
Este hechizo lo tuvo que lanzar un maligno gigante, o a lo peor una malvada bruja, que no quisiera que se supiese del poder de los cuentos y de su mensaje. Y su poder tuvo que se grande, pues aun hoy día muchos niños, cuando quieren crecer, piensan que deben dejar atrás los cuentos, tal y como dejaron los pañales o las papillas.  Y también debió de ser un poder antiguo, pues parece que muchas épocas han sufrido este embrujo, tanto que se han convertido en raros los compiladores de cuentos y los eruditos  dedicados a los cuentos.
Lo que también creo es que no tuvo que ser un poder efectivo, pues, después de miles de años, se siguen contando cuentos. Gracias a las abuelas, a las noches de lumbre y descanso, a las madres y padres que intuyen la importancia de estas historias y saben de alguna forma que sus hijos se crian mejor y de forma más completa cuando se les cuentan cuentos.
Para desmontar este argumento: “los cuentos son cosas de niños”, podíamos empezar por decir que muchos cuentos están creados para que desde niños podamos oirlos y entenderlos. Si esto parece casi dar la razón a lo que pretendo desmontar, no lo es tanto cuando pensamos lo siguiente:
- Todos somos niños, pues las etapas de la vida no se anulan las unas a las otras, si no que se van sumando, de forma que somos bebés, y niños, y jóvenes, y adultos y algunos hasta llegan a ser ancianos.
- Hay tantos lenguajes diferentes para contar un cuentos, como diferentes estados evolutivos.  Y me atrevería más diciendo que incluso hay cuentos para todas las inteligencias del hombre, las estudiadas por H. Gadner y las que se están estudiando actualmente.
- Aseguran muchos psicólogos eruditos que la mayoría de las estructuras de nuestro carácter se configuran en la niñez, y que la madurez la vamos conquistando conforme rompemos o adaptamos este carácter a las vivencias de la vida. Estoy convencido que los cuentos que más se cuentas, y por tanto los que sobreviven al tiempo, son aquellos que quieren hablarle a ese niño que se está formando en carácter, a ese niño que los adultos aún llevan en su psique y que, más o menos consciente, toma muchas de las decisiones de nuestra vida. Y el fin últimos de los cuentos es prepararnos para esas decisiones.
- Si pensamos en las situaciones que han asegurado la supervivencia de los cuentos, como son las abuelas trasmitiéndolos junto al hogar, o los padres educando a sus hijos, vemos que han sido naturalmente los niños a los que más cuentos se les han contado desde siempre y por eso, tal vez, se suman los cuentos a las etapas de la vida donde no somos autónomos. Y como es impulso general el desear la autonomía, se crea la falsa idea de que hay que superar a los cuentos.

Muchos adolescente y adultos ( no pasa tanto con los ancianos) se sienten atacados o puestos en duda de su valor como persona cuando les invitas a escuchar un cuento, si bien diré que una vez que se supera este miedo irracional todos agradecen en los más profundo de su niño interior el que se les dé la oportunidad de volver a escuchar cuentos, el volverse a incluir en el grupo de personas que no lo “saben todo” y necesitan de otras experiencias de vida para imaginar la suya. Nos sentimos seguros cuando nos cuentas cuentos.

Por esto estoy seguro de que los cuentos son cosa de niños... y de jóvenes, y de adultos, de ancianos y de todos los que en esta vida nos podemos sentir perdidos y necesitamos de guía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario